sábado, 3 de enero de 2009

El apóstol Pablo y la comunicación

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El apóstol Pablo será siempre una referencia para la Iglesia, si el tema es la comunicación. Esto sucede, porque este apóstol no midió esfuerzos en interactuar con personas y comunidades. Con su vida mostró que evangelizar es “comunicar”.

Una de las necesidades básicas del ser humano es la comunicación que permite que las personas interactúen entre sí y construyan la sociedad. Así como no existen hombres sin sociedad, tampoco existe sociedad sin comunicación. Constituye el hilo conductor que traspasa personas, grupos sociales e instituciones, y posibilita la cimentación de lo que llamamos cultura.

La comunicación, tanto verbal como no verbal, es, en principio, una experiencia antropológica fundamental, cuyo significado reside en su propio término. El primer sentido, originario del latín, se remonta al siglo XII (1160), y remite a la idea de comunión, de participación. La comunicación es siempre una búsqueda del otro y de un compartir. Sin embargo, por más que la palabra comunicación esté de moda, no siempre las personas participan, de manera satisfactoria, de esto proceso, particularmente en la relación interpersonal, llegando, a veces, a malentendidos.

No basta con querer interactuar. Si alguien no logra expresar sus pensamientos y sentimientos, de modo inteligible, al interlocutor, la comunicación puede fracasar. Comunicar es también ser receptivo para aceptar e interpretar lo que el otro tiene para decir. Entonces, el buen comunicador no es aquél que habla mucho, sino el que habla lo necesario y escucha con atención, emitiendo la respuesta adecuada para crear “interacción”.
En este sentido, la escucha es un elemento importante en el proceso comunicativo. Escuchar no se reduce a “oír”. Se puede oír un ruido, una voz, un mensaje, y no interesa su significado. “Escuchar”, al contrario, es prestar atención no sólo al mensaje, sino, también, a la persona que transmite su contenido. Escuchar es percibir al otro en su situación. Para eso, es necesario vencer el deseo de dar respuestas sin “escuchar” o antes que el interlocutor termine de expresar totalmente lo que piensa.

Los medios de comunicación (imprenta, radio, cine, televisión, Internet...) si bien son muy importantes, no deberían hacernos olvidar que la comunicación es, antes de todo, una experiencia humana. El uso de las tecnologías de la comunicación facilita los contactos y los intercambios de informaciones, pero no hay ninguna prueba de que mejora la calidad de la comunicación entre las personas. Lo mismo sucede con Internet, el nuevo espacio de comunicación donde convergen todos los medios. La Internet, como todos los otros instrumentos de comunicación, refuerza y estimula el intercambio de experiencias e informaciones, pero no sustituye las relaciones personales ni la vida comunitaria.

Pablo en la perspectiva de la comunicación

Hoy en día, la palabra “comunicador” sugiere una imagen “esteriotipada”, inculcada por los medios. En referencia a la televisión y, específicamente, al presentador de noticiero, alude al arquetipo del hombre y de la mujer bien presentados y maquillados, con buena dicción y apariencia cinematográfica. Además, ya existen programas periodísticos cuyos presentadores son modelos, o sea, personas que no tienen ninguna experiencia en periodismo, pero su “imagen” converge con el perfil trazado por la lógica del espectáculo.
El apóstol Pablo, visto desde la perspectiva del comunicador, no tiene nada que ver con las “estrellas” producidas por los medios. Sus cartas, especialmente las dos que escribió a los corintios, revelan a un hombre que está más allá del estilo del “comunicador espectacular”, sea el de la época actual o el de su tiempo. Tal imagen es perceptible en algunas de sus expresiones, que nacen de las controversias creadas con los falsos apóstoles, quienes, en nombre del Evangelio, se apoyaban en el poder del lenguaje, intentaban cautivar por las apariencias, buscando ventajas personales, y no el anuncio de Jesucristo (cf. 2Cor 10, 12).

Al confrontar su predicación con la de los falsos evangelizadores, Pablo afirma a los corintios que no sabe hablar con el mismo brillo: Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría (1Cor 2, 1); reconoce que no tiene una gran preparación para la comunicación oral: Aunque no tengo preparación para hablar, no me falta el conocimiento (2Cor 11, 6) y que su presencia no era nada seductora: Débil y temblando de miedo me presenté ante ustedes; mi mensaje y mi proclamación no se apoyaban en palabras sabias y persuasivas, sino en la demostración del poder divino (1Cor 2, 3).

Pablo no buscaba seducir a las personas por el lenguaje, ni por la retórica ni tampoco por las apariencias, como los otros evangelizadores. Algunos miembros de las comunidades no entendían este modo de actuar, a tal punto que desconfiaban de él. Llegaban a dudar de que él fuera un evangelizador auténtico, por faltarle esas características.

Valdir José de Castro
Superior Provincial de la Sociedad de San Pablo.
Revista Paulus.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comunicar es participar a los otros de manera convincente lo que uno tiene para decir. Quizas el comunicador no sea elocuente, ni muy versado, ni su presenciado sea muy cuidada, como actualmente se hace en TV, pero si debe estar seguro de los conocimientos que imparte y jugarse por ellos, como lo hizo el Apostol Pablo.
Excelente comentario ETELVINA